(Imagen del pintor surrealista Jim Warren.)

jueves, 2 de mayo de 2013

El pastor



Apenas queda gente en la aldea  las risas de los niños se  fueron con el ocaso de los días sosegados del verano, pocas son las jornadas calurosas en esta zona norteña, el abrazo de la niebla vuelve cada otoño en cuanto la estación  hace acto de presencia,  son pocos los lugareños que quedan  aferrados a unas raíces que han ido desapareciendo con el paso lento de los jornadas,  el monte es duro y el rebaño inquieto,  hay días que apenas si pueden pastar,  el agua cae a raudales formando arroyuelos  intransitables, el viejo puente se desborda y toca esperar que la lluvia de una tregua para cruzar al otro lado, allí donde la carretera es más amplia y de vez en cuando  algún coche  pasa indicando que existe otro lugar.
Los pocos labradores que quedan por la zona preparan sus enseres para labrar la tierra  algunas mujeres se dedican a adecentar las casas  cuando el tiempo clarea.


 El todos los días llueva, nieve o truene , se  enfunda su chubasquero marrón, se coloca las botas y se echa al monte,    a veces las piernas se le tuercen, y el dolor agarrota sus músculos,  entonces contiene el ganado les deja  buscar su alimento por las zonas bajas,  en otras ocasiones cuando su cansado cuerpo le da una tregua, sube monte arriba,  en las partes más altas donde los alcornoques están cubiertos de moho,  y el matorral bajo es tierno y fértil, le gusta verlas  comer,   los días se alargan interminables mientras el pastor  se deja  curtir echado sobre el garrote,   al caer la tarde el rebaño  regresa,    su casa le espera tal cual la dejo las  ropas revueltas en la vieja cama, y  la cena esperando  para ser preparada,  al llegar la noche su luz ya se apaga sabe que los años no perdona , un pinchazo agudo que le parte el alma le indica que pronto llegara su marcha.  La mañana fría araña la cara en  la niebla de nuevo baja de la montaña, los   pocos vecinos se agolpan a la entrada del pequeño camposanto, cubriendo sus rostros con gruesas bufandas, el silencio  es grande en la mañana helada solo suena el tintineo de la pala  cerrando el hueco de su última morada.   

La aldea despierta los hombres no labran se frotan las manos  con desesperanza, se marcho el pastor que siempre buscaba el mejor bocado para su cabaña.




By titate.

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