El abuelo José, acaba de llegar, deja la azada tras la puerta, cuelga el sombrero en el perchero que queda justo al lado de la chimenea, se dirige al lavamanos, vierte agua tranquilamente y frota una y otra vez sus rugosos dedos con energía, se lava la cara, atusa el pelo, y me mira… me mira con sus ojos vidriosos por el cansancio que hace mella en sus ya muchos años, la cara se le ilumina, se acerca y si dilación alguna me libera del lazo que me tienen prisionera en una sillita desangelada y fría, siento su calor, su aroma a tierra recién labrada, su emoción al contemplar "la vida nueva" como dice cuando se dirige a mí, me sienta en sus rodillas y empieza a desgranarme historias fantásticas; todas las noches el abuelo José después de su dura jornada, siembra sueños e ilusiones en la despierta mente infantil que se regodea en sus brazos sintiéndose tranquila y feliz.
Un día el abuelo José se marcho, se fue tranquilamente dejando su azada tras la puerta y su sombrero colgado en el perchero justo allí… al lado de la chimenea; el abuelo José fue un hombre sabio , amable y cariñoso que dejo un dulce legado en algún rinconcito de mi ser, un hombre que sembró de ilusiones mi más tierna infancia, dejando un amable recuerdo que cada noche cuando el ritual se repite y me pides que te cuente historias bonitas para dormir, no puedo dejar de pensar en el y dedicarle un guiño de agradecimiento. (by:Titate)
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